Y ahí estaba ella de nuevo,
sentada frente al espejo, tratando de armarse de valor para poder levantarse,
con las lágrimas derramándose por sus mejillas. Preguntándose como se hace para seguir si no
tienes nada que te haga levantarte, cuando lo has perdido casi todo. Siempre
había sido una persona solitaria nunca había creído necesitar de nadie, y a
pesar de que toda su vida había gente a su alrededor, la soledad y el dolor la habían
dejado hecha una ruina sin sentimientos, sin emociones, sin un motivo para seguir.
Acababa de dejar el cuarto que rentaba,
nada le salía bien, escuchaba o más bien sentía a las voces en su cabeza,
inquietas, sin saber que hacer realmente para poder parar el llanto o bien para
poder hacerla sentir algo, no había tristeza, no había odio, tampoco soledad,
solo un gran vacío. Las voces siempre ayudaban con el dolor en su corazón, la hacían
ver las cosas de manera diferente, la ayudaban cuando los ecos de dolores
pasados la atacaban, la protegían cuando una situación era demasiado para ella,
pero no había nada que pudieran hacer para darle un motivo para sentir.
Las razones para dejarse vencer
eran tantas y eran más fuertes que ella, ya no sabía que debería sentir, que
hacer, todo se había juntado en su mente, en su cuerpo, en su alma rota.
Y que haces cuando por más que
quieras seguir y salir de ese momento,
lo único que sale son las lágrimas de tus ojos, cuando al verte en el espejo te das cuenta
que han pasado años sin que lo notaras, tan rápido y tan lento, cada día ha
sido una eternidad para ti, solo te levantas porque quizás ese día sea
diferente, quizás será un buen día, quizás sea el día que cambie todo si das tu
mejor esfuerzo, sin embargo al final del día te das cuenta que de ser posible
todo es peor y que todavía tienes que ir a tratar de dormir para repetir todo
al día siguiente, acallar cualquier tipo de dolor o desconcierto con cigarrillos
y alcohol para poder conciliar el sueño y despertar a mitad de la noche entre
llantos convenciéndote de que al día siguiente las cosas serán mejores si das
lo mejor de ti.
El tiempo pasa y han sido años
muy largos, muy duros rendirse suena quizás como la mejor opción. Todo esto
pasa por su mente mientras observa sus grandes ojos cafés hacerse más pequeños
mientras se hinchaba la piel de tanto llorar, las ojeras de un ligero color morado,
la nariz al puro estilo de Rodolfo el reno, estaba, quizás, perdiendo peso y
color. Sus ojos la alarmaban en aquel café tan bonito se podía ver el
sufrimiento, la impotencia, lo perdida que estaba, pero sobre todas las cosas
la soledad de su alma.
No sentía más que un vacío, la
falta de contacto real, de conexión, con las personas a su alrededor la hacían
pensar que quizás debería cambiar. Y aunque se sorprendía con lo poco que le
importaba lo que pensaran quienes no la aceptaban por todo lo que era
Encuentro el reflejo de todo lo
vivido en sus ojos, en esos ojos cafés de la extraña pálida del espejo, el vacío
del estómago le otorgo el dolor físico suficiente para empezar su rutina "hoy
será un gran día" Se dice en voz alta mientras comienza a ponerse la máscara
que le dará al mundo ese día. Al final los ojos ya no se veían tan hinchados
incluso podría decir que se veían bien, ya no había nariz de Rodolfo solo su
rara nariz de "gomita".
Seguramente todos hemos pasado
por cosas que te hacen no querer seguir en una guerra constante contra nuestros
propios demonios ya sea internos o pasados, muchos vivimos con una guerra
constante en nuestro interior, una guerra contra nosotros mismos, una guerra que
se refleja en nuestros ojos.